La Iglesia Católica inicia una nueva etapa con la elección de León XIV, el primer Papa con nacionalidad peruana, quien ha dejado una profunda huella en el país sudamericano antes de asumir el pontificado. Robert Francis Prevost, nacido en Chicago, obtuvo la nacionalidad peruana en 2015, tras décadas de servicio pastoral en regiones como Chiclayo y Piura, donde trabajó activamente en comunidades vulnerables y enfrentó crisis como el Fenómeno del Niño y la pandemia de COVID-19.
Desde su juventud, León XIV ha mantenido un vínculo especial con el Perú. Su conexión con el país comenzó a los cinco años, cuando recibió un chullo apurimeño como regalo, despertando su fascinación por la cultura andina. Más tarde, en 1985, inició su labor misionera en Chulucanas, consolidando su compromiso con la comunidad peruana.
Además de su vocación religiosa, el nuevo Papa es un gran aficionado al tenis. Durante su tiempo en Perú, desarrolló un profundo entusiasmo por este deporte, llegando a practicarlo con frecuencia hasta que sus responsabilidades eclesiásticas le impidieron continuar. En una entrevista reciente, confesó: «Me considero un gran aficionado al tenis. Desde que dejé Perú, he tenido pocas ocasiones de practicarlo, así que estoy deseando volver a las canchas».
Su elección como Papa número 267 marca un hito en la historia de la Iglesia, consolidando un liderazgo con raíces latinoamericanas y una visión inclusiva. En su primer mensaje como sumo pontífice, León XIV envió un emotivo saludo a su querida diócesis de Chiclayo, recordando el apoyo y la fe compartida con la comunidad peruana.
Con un legado de cercanía con los más humildes y una pasión por el deporte, León XIV inicia su pontificado con una perspectiva renovadora, llevando consigo el espíritu del Perú al Vaticano.
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