Un infierno de tres horas y un minuto. Novak Djokovic no se abrasó porque tiene ese don de los iluminados para escapar de las llamas ‘in extremis’, cuando todos los elementos parecían aliarse contra él. No sólo evitó el fuego, sino que lo derivó hacia su rival, que durante mucho tiempo disfrutó de su mejor tenis, de ver cómo martirizaba a una leyenda de este deporte.
Pero Djokovic acabó convirtiendo el Accor Arena de París en un infierno para el mejor Andrey Rublev, que se marchó con las manos vacías de un partido que hubiera ganado seguramente a todos menos a uno, a un ‘Nole’ que elevó su racha triunfal a diecisiete partidos, que se ha impuesto en 30 de 31 encuentros desde Roland Garros.
Agobiado por las mil vidas de Djokovic, por esa capacidad de sobrevivir en la adversidad e ir elevando el nivel hasta hacerlo insoportable para un mortal como Rublev, por mucho que sea el número 5 del mundo. La ley del número 1, que remontó para imponerse 5-7, 7-6 (7-3) y 7-5. Nunca ha perdido en semifinales de París, y ya van ocho.
Este domingo, disputará su novena final en este Masters 1000 ATP indoor de París, pugnará por un sexto título ante un revivido búlgaro Grigor Dimitrov, 32 años y número 17, vencedor del griego Stefanos Tsitsipas por 6-3, 6-7 (1) y 7-6 (3).
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