Carlos Alcaraz se proclamó campeón del Roland Garros y subirá al puesto 2 del mundo (Foto: Getty)

Carlos Alcaraz sufrió como pocas veces para cumplir uno de los sueños más perseguidos desde niño, cuando corría desde el colegio a casa para ver los partidos de Roland Garros por la televisión. Se le atragantó una lesión muscular en el antebrazo derecho durante la gira de tierra, pero con persistencia y el apoyo de su equipo llegó a tiempo a París. Lo pasó mal contra el italiano Jannik Sinner en semifinales, coqueteó con la agonía en otra final exigente con el alemán Alexander Zverev.

El español sobrevivió a todos los avatares para conquistar su primer Roland Garros, el tercer Grand Slam después del US Open 2022 y Wimbledon 2023. Hizo historia a sus 21 años, como el primer jugador sub-22 que gana títulos en las tres superficies de Grand Slam. Se impuso 6-3, 2-6, 5-7, 6-1 y 6-2 en su segundo encuentro seguido por encima de las cuatro horas, en 4h.19′. De testigo Bjorn Borg, elegido para entregar el trofeo. Vio cómo el murciano se bañaba en tierra, exhausto pero inmensamente feliz. Sacando fuerzas de donde no las había para subir al palco de los suyos, equipo, amigos y familiares para fundirse en abrazos.

Tres de tres de Alcaraz en finales ‘grandes’. Con las tres ces del abuelo (cabeza, corazón y co…) porque se dejó todo lo que tenía. Sólo así cabía la recompensa.

La hazaña bien valió tener que remontar en una final en las que se quejó del estado de la tierra batida de la Philippe Chatrier, como jornadas anteriores el lesionado Novak Djokovic, durante el tercer set. Y tuvo que ser atendido tres veces médicamente a caballo del cuarto y el quinto. Molestias en el muslo izquierdo, en el que se descubrió un vendaje protector que portaba desde el inicio y había quedado escondido por el pantalón.

«Es un Grand Slam de tierra batida y parece pista dura. No hay tierra. Es increíble, increíble», le decía Alcaraz al juez de silla, el francés Renaud Lichtenstein. «No puedo jugar así», se lamentaba a su equipo, al entrenador Juan Carlos Ferrero.

Un vaivén de emociones. El drama característico de una final de Grand Slam que se iguala deportivamente. Mucha tensión solo empezar en la primera final en veinte años sin ningún ‘Big 3’ (Nadal, Federer, Djokovic) en la capital francesa. Al minuto de juego Alexander Zverev cambió de raqueta tras abrir con dos dobles faltas seguidas.

Momentos de la premiación de Alexander Zverev y Carlos Alcaraz en París (Foto: FFT / Getty)

Alcaraz lo aguantó todo. Debió lidiar con la pérdida de sendas ventajas, de 2-1 en el segundo set y de 5-2 en el tercero, cediendo ambos con sendos dolorosos parciales negativos de 0-5. Altibajos. En cuanto uno de los jugadores abría la puerta al otro, éste se colaba y se hacía con su tajada.

Respeto al rival, a la trascendencia de la situación y al castigo físico. Alcaraz llamando al fisio, pidiendo botes a los suyos (quizás uno de los batidos de pepinillos que ahora toma), temiendo ser traicionado por los calambres o una dolencia física.

También Zverev tuvo sus instantes de angustia. Una batalla descarnada en la que Alcaraz asomó la cabeza en un rápido cuarto set (6-1). Un trampolín hacia la resolución. Fue héroe, por clase y convicción. Una tragedia para el alemán, que ya había perdido la final del US Open de 2020.

Un Alcaraz titánico, que recupera el nº 2 mundial en detrimento de Novak Djokovic y se acerca un poco más al nº 1, el italiano Jannik Sinner. Fue el octavo español que levantó la Copa de los Mosqueteros y se embolsó 2.400.000 euros. A disfrutar y en unos días, a pensar en la hierba. El 1 de julio espera Wimbledon, y ya veremos si antes va o no a defender la corona de Queen’s.

No quedó ni una gota dentro en el depósito del nuevo campeón de Roland Garros, el más joven desde que Rafa Nadal iniciase su serie con 19 en 2005.

📸: FFT / Getty

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